El amor de escribir que olvido

Son infinitas las formas, rectas y curvas que llegan a los entresijos y a los secretos del amor. Escribir es placer, movimiento, excitación y, como el amor, a veces duele. Pero la necesidad hace volver.

Volver y revolver entre las fotos y entre los misterios más absurdos de la vida. Pensar sobre lo que dicen, lo que hacen, lo que recuerdas que sentiste, la intensidad de una palabra o la historia que surgió entre parada y parada de metro. Escribir lo que no escribes, lo que te contó una amiga y que no paras de pensar sin pensarlo a penas, aparcando sus historias para una buena novela.

No hay tiempo para escribir. O eso me digo yo para no sentir que olvido. Y es que a veces ni recuerdo la necesidad que supone y el placer de estar a solas con tantos secretos, en el feudo de todo lo que soy.

Cada cual, acude al amor por una razón. Para compartir la vida entera o un momento nada más. Para contar, para encontrar cómplices, amigos, para enamorarse sin consuelo y porque sí. Para descubrir algo nuevo, para reír hasta morirse, para sentir placer. Amar, escribir, para encontrarse, para no estar solo o, simplemente, para olvidar. Son millones las variantes, las razones y las formas de hacer.

Escribir puede servirnos para recordar, para hacer presente lo que nos hace más débiles, para reflexionar de nuevo, para argumentar lo que no supimos decir a tiempo, para definirnos. Escribir mantiene vivos nuestros seres más queridos y evita que nos olvidemos de las cosas más pequeñas, de las voces y de los ecos. Escribir para dar sentido a una decisión, para saborear momentos que nos apetecen más que nada y queremos retenerlos en la boca.

Escribir para volver a ese lugar del crimen, donde quedan aún restos de nuestros naufragios, de nuestras victorias. Y de memorias que a punto están de cerrar. Lo rescatamos todo, lo tatuamos en pieles que ansiaban nuevos sonidos o, una vez llorado, lo volvemos a enterrar.

Escribir para convertir cuerpos desnudos en palabras, para jugar y volverse loco en textos sin sentido. Como el amor. Escribir puede ser simplemente eso. Sentirse, oírse y tocarse. Como si sólo eso fuese poco.

La complejidad gusta a quien escribe, porque de ésta extrae la riqueza de sus pensamientos y sus historias. Pero hay ocasiones en las que todo se vuelve sencillo y escribir es un acto de memoria. Como ahora. Que sólo escribo para sentir ese placer que olvido.


Deja un comentario